OLOR A LAS PALABRAS
¡Cómo huelen las palabras
cuando salen del alma!
Huelen a luz de sosiego,
a canto de trino,
a sangre quemada,
a rosa escondida,
a rosa escondida,
a glorias rosada,
a voces bifurcadas,
a gritos partidos,
a hoyos de silencios guardados.
Huelen las palabras
a fluidos de estancias,
a bocas cerradas,
a grilletes de acero.
Huelen a parto,
a mujer,
a tinta mordida,
a sueño de papel.
Huelen,
muerden,
se agitan,
esperan
y desesperan.
Se postergan,
se trituran
y se tragan.
No hay palabra caída
que no arrastre
un ardoroso charco de letra
ni extirpado silencio
que muerda en lo más profundo
del corazón.
Nudos corredizos salpican
la noche.
Un silencio amordazado
cavila en la piel.
Hay huesos de lunas
en la mesa,
ruidos y ecos
trayendo la sed de los siglos.
Huelen las palabras
a fluidos de estancias,
a bocas cerradas,
a grilletes de acero.
Huelen a parto,
a mujer,
a tinta mordida,
a sueño de papel.
Huelen,
muerden,
se agitan,
esperan
y desesperan.
Se postergan,
se trituran
y se tragan.
No hay palabra caída
que no arrastre
un ardoroso charco de letra
ni extirpado silencio
que muerda en lo más profundo
del corazón.
Nudos corredizos salpican
la noche.
Un silencio amordazado
cavila en la piel.
Hay huesos de lunas
en la mesa,
ruidos y ecos
trayendo la sed de los siglos.
Las palabras
sin más voz,
sin más máscaras,
sin más tiempo
más que el desnudo
de una mirada,
me dan la cara.
Hay palabras,
que vibran
sin más voz,
sin más máscaras,
sin más tiempo
más que el desnudo
de una mirada,
me dan la cara.
Hay palabras,
que vibran
en la cadencia
del alma.
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