Hay viejas calles
que laten en mi alma,
mundos que se vuelven irreales
por no ser ya los mismo.
Hay hojarasca y polvo
en mis pensamientos.
Oigo en mi
las campanas de Macondo,
la vieja molienda
y la flauta de Joaquin Vega
jugando a las huellas del tiempo.
se detiene el reloj
en los maizales,
crujen las piedras
entre las sombras.
En la tarde de mi vida
oigo cantar el gallo
de mis galleras
con el violín
de la lluvia en el retablo.
No se detendrán cien años
de soledad
ni dejaré de escribir la carta
de la espera,
la carta de todo los viernes.
la de mis derechos,
la de mi historia
y reclamos
aunque el mundo
permanezca mudo.
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